Abre sus puertas galería especializada en la exposición y venta de grafitis

El grafiti en México está listo para dejar de ser considerado un arte menor o simple expresión marginal que sólo mancha las paredes de la ciudad. Entre quienes lo practican, existe el talento suficiente para ser reconocidos en un ámbito académico e incluso para vender sus obras a precios altos, como si se tratara de lienzos o esculturas.

Al menos ésa es la opinión de los creadores de la galería Cavemen Did It First (Los cavernícolas lo hicieron primero), que busca ser el primer recinto en la ciudad de México especializado en la exposición y venta de grafitis, cuyas puertas se abren hoy.

En entrevista con La Jornada, Mariana Todd y José Manuel Rihbany, directores de este espacio, se manifiestan amantes de toda la vida de la pintura mural urbana, expresión cultural que consideran descuidada y mal valorada en el país.

Por ello decidieron recurrir a la unidad de grafiti de la Secretaría de Seguridad Pública del DF, instancia que los ayudó a contactar a algunos de los creadores más talentosos de la ciudad, a quienes les propusieron aliarse para dar a conocer sus pinturas y, al mismo tiempo, hacer negocio.

Al principio fue complicado comunicarnos. Durante mucho tiempo, han sido objeto de abusos por los gobiernos, las empresas y los particulares, y por eso no creían que un grupo de personas quisiera subsidiarlos, difundir su obra y acondicionar una galería para su trabajo. Hasta el día que recibieron el material que les compramos, se involucraron mucho con nosotros, cuenta Rihbany.

El experimento rindió frutos de inmediato. Al darles tiempo, libertad creativa, pinturas y telas de primera calidad y un espacio de promoción, los grafiteros con un trabajo más consolidado –en la jerga interna reciben el distintivo de escritores– empezaron a ejecutar obras de gran factura, incluidos art toys y arte objeto.

Y si bien este proyecto saca el arte callejero de su contexto, también es verdad que brinda a las creaciones mayor nivel de profesionalización.

“En la calle –explica Rihbany– tienen que hacerlo rápido, de noche, sin buenos aerosoles. En cambio así lo pueden hacer inspirados, con todo el tiempo necesario y sin escatimar en materiales. De esta forma conciliamos el grafiti con la sociedad. Deja de ser una agresión y se vuelve una especie de tratado de paz entre ellos y la gente que ama el arte.”

si quiere leer más:

http://www.jornada.unam.mx/2009/05/21/index.php?section=cultura&article=a06n1cul

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