Banksy, arte y vandalismo

Sobre Banksy tal vez se ha escrito demasiado. Seguir relatando anécdotas sobre este artista callejero, anónimo, escurridizo, imposible de identificar, es seguir echando leña al fuego que alimenta sus obras.

Por: Rosina Cazali/No lugar

Sobre Banksy tal vez se ha escrito demasiado. Seguir relatando anécdotas sobre este artista callejero, anónimo, escurridizo, imposible de identificar, es seguir echando leña al fuego que alimenta sus obras.

Pero parece que nadie se cansa de oír sobre las andanzas de este creador de graffitis que, desde hace más de una década, comenzó a dejar en las calles de su natal Bristol y más adelante en Londres, Barcelona y San Francisco o en paredes emblemáticas como el muro de Cisjordania, en los territories ocupados. Sin duda la fama de Banksy es directamente proporcional a su habilidad para desarmar las estrategias del espectáculo. Sus graffitis y dibujos trazados con plantillas de carton y pintura en spray, aparecen cuando menos se espera, despertando polémicas, evadiendo sistemas de seguridad o sencillamente como comentarios poéticos frente a paisajes sórdidos.

El medio es rápido y el impacto duradero. Sus primeros dibujos fueron ratas, que se colaban entre los buzones, las alcantarillas, las cabinas telefónicas o las puertas del vecindario. Como las de Hamelin, las ratas eran una transmutación del ser humano, que escupían críticas bastante ácidas sobre la decadencia de la sociedad contemporánea. Desde entonces, su obra callejera se estableció como un intento por introducir comentarios inversos a las opiniones oficiales que imparten, y dictan, las grandes cadenas de noticias.

Algo tiene este héroe urbano que ha sido calificado como Robin Hood al revés, que pinta para los pobres y vende a los ricos. Pero detrás de cada acción va una discusión apasionada. Para unos hay una intención política y para otros es puro vandalismo disfrazado de arte. Lo cierto es que, entre su fama y formas de operar, pueden encontrarse dibujos que ha regalado de manera arbitraria hasta trabajos bien pagados para organizaciones como Greenpeace o multinacionales como Puma y MTV.

Aun más cierto es que Banksy tiene entretenidas a las personas y en lugar de reírse de ellas se ríe junto con ellas, creando e inscribiendo esos comentarios que todos quisieran gritar al statu quo, a la infamia de los que hacen las guerras, las pretensiones de control y los sistemas en general.

Como gran ironía, el más asediado por Banksy es el sistema del arte. ¿Quién decide que algo es arte?¿Quién legitima, a su vez, a esta persona o institución? Son solo dos de las preguntas que lanzan sus incursiones en grandes museos, donde se ha colado para colocar piezas falsas al lado de otras de gran valor patrimonial, como en el Museo Británico, donde introdujo una piedra con el dibujo de un cavernícola empujando un carro de supermercado. En el Met de Nueva York, filtró el cuadro de una mujer de época portando una máscara antigua y en el Brooklyn la pintura de un soldado de la época colonial pintando graffitis contra la guerra. Así, lo único que queda por preguntar es: ¿quién legitima a Banksy? Tal vez nuestra sed por su supuesto “daño criminal”, alimentado con la capitalización del ocio en general.

http://www.elperiodico.com.gt/es/20080416/lacolumna/52671/

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