Como toros anunciando coñac, en plena carretera. Así de flamencos se muestran los graffitis que desde la semana pasada decoran tres de los más altos y horrorosos depósitos de agua concebidos por una mente ingeniera, situados en una de las carreteras de acceso a Sevilla, la S-30.
Su propietaria, la empresa metropolitana de Aguas de Sevilla (EMASEMA), era consciente de tamaño agravio para los 50.000 conductores diarios que durante años han tenido como paisaje tres moles grises de hormigón de 20, 40 y 60 metros de altura. Para embellecerlas, decidió convocar el concurso de graffitis Wall Art. Así, de paso, fomentaba la creación artística y paliaba el déficit de muros libres que sufren los escritores callejeros.
Visto de otro modo, ¿quién, sino un graffitero, estaría dispuesto a encaramarse a una grúa a 40 metros de altura durante cuatro días seguidos apretando el botoncito de un bote de spray tras otro?
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